Pati Actiu del CEIP Martínez Valls vam tindre l'oportunitat de col·laborar en un article que va publicar El País aquest cap de setmana:
Sin riesgo, no hay aprendizaje
Los niños necesitan poder experimentar situaciones de riesgo para su desarrollo
Tras décadas de esfuerzos colectivos para la minimización de
riesgos para los niños, especialmente en lo relacionado con espacios
exteriores tales como los patios de las escuelas o los parques, los
expertos en educación han alzado la voz para invitar a un profundo
replanteamiento sobre esta sobreprotección. Su conclusión es que los
niños necesitan poder experimentar situaciones de riesgo para su
desarrollo a través de la inclusión de esos riesgos en su entorno
cotidiano. Y hoy, lamentablemente, no lo tienen fácil.
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Un niño juega en un parque infantil. Getty
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En países como Reino Unido, Suecia, Australia o Canadá
llevan años trabajando en esa dirección, partiendo de la base de que la
asunción de riesgos es algo positivo y saludable para el desarrollo de
los niños. Y están actuando en consecuencia. Así lo vemos en las
escuelas y parques infantiles, en los que la inclusión de troncos,
columpios con neumáticos y suelos con arena y piedras son lo habitual,
lejos ya de esos lugares en los que solo encuentran caucho bajo sus pies
y plástico en sus manos.
España tiene aún un largo camino que recorrer
en este sentido, especialmente en las zonas urbanas con entornos muy
controlados y asépticos, donde los niños no tienen ni cómo ni dónde
experimentar riesgos saludables. Para Heike Freire, psicóloga, filósofa,
experta en infancia, naturaleza e innovación educativa y autora de
Educar en verde (Graó) y de
Estate quieto y atiende
(Herder), el hecho de que la infancia se haya convertido en un “bien
escaso” en los últimos 50 años ha contribuido inevitablemente a que nos
hayamos vuelto “mucho más protectores”.
Algo a lo que también se ha sumado el hecho de que las
ciudades sean lugares cada vez menos amables con los niños, “el papel de
alarma” que cumplen los medios de comunicación y el negocio de la
seguridad, “favorecido por un concepto de la seguridad pasivo, en lugar
de activo, que mueve millones en la producción de gadgets”.
Tres factores que han contribuido a que, en algunos sentidos, la
infancia actual haya mejorado sus condiciones de vida, mientras que en
cambio encuentra dificultades para satisfacer necesidades psicológicas
fundamentales para la construcción del ser humano. “Si los niños no
pueden practicar capacidades como la autonomía, la competencia o la
relación con sus iguales sin la dirección ni la presencia permanente de
los adultos a lo largo de su infancia, resulta difícil ponerlas en
práctica de golpe a los 18 años, o incluso más tarde, porque ya algunos
sociólogos proponen aumentar la edad de la adolescencia hasta los 24
años”, añade.
También ocurre que nos cuesta socialmente diferenciar entre
riesgo y peligro. No es lo mismo que un niño suba por sí mismo a un
tronco o que juegue con palos y piedras que este corra por el filo de un
acantilado. Según Heike Freire “aprender a medir los riesgos es
esencial para desarrollar las capacidades porque sin riesgo, no hay
aprendizaje”. En esa misma línea se posiciona Penny Ritscher, maestra y
pedagoga estadounidense, en
El jardín de los secretos
(Octaedro – Rosa Sensat), donde se plantea si no es precisamente la
ausencia de riesgos “la causa de que los niños acaben haciéndose más
daño, ya que no perfeccionan suficientemente sus habilidades corporales y
también se aburren y se ponen más nerviosos”.
Parques infantiles naturales
Más naturaleza no implica una mayor peligrosidad, pero sí la
posibilidad de asumir más decisiones y de desarrollar más capacidades.
Desde finales del pasado siglo XX hasta hoy se pueden encontrar multitud
de estudios que confirman los beneficios del contacto y el
juego en la naturaleza para la infancia a nivel físico, social y emocional.
En ese sentido, Clara Pons, divulgadora del juego libre en la naturaleza y autora del blog educativo
Tierra en las manos, elaboró en 2016 la primera
Guía de parques infantiles naturales
para facilitar a las familias encontrar parques “con estructuras de
juego distintas, más creativas y que posibilitaran mayores aventuras”.
La idea surgió cuando comenzó a observar con preocupación como en la
mayoría de los parques de su entorno se estaban sustituyendo los
pavimentos de arena o piedras por suelos de caucho; un proceso que
rebautizó como de
recauchotización. “En las zonas urbanizadas
es muy difícil encontrar naturaleza, así que es importante que los
parques puedan seguir teniendo materiales naturales en el pavimento y
que haya vegetación porque ese contacto con la naturaleza favorece la
salud de los niños y climas más relajados”, explica Clara, quien incide,
además, en que los parques con pavimentos de caucho solo permiten jugar
a los niños a aquello que las propias estructuras de juego ofrecen,
anulando el juego creativo y variado. Las cosas cuanto más sencillas, más adecuadas son para que el niño pueda medir sus riesgos.
Opina Clara que la introducción de cierto riesgo en los
espacios de juego ofrece un marco de aprendizaje estimulante para los
niños, ya que pueden “aprender acerca de los distintos riesgos y sus
posibles consecuencias”. ¿Y qué pasa con la normativa sobre equipamiento
de las áreas de juego? Según la autora de Tierra en las manos, la
propia normativa prevé el equilibrio entre riesgo y seguridad: “tenemos
herramientas para introducir cierto riesgo tanto en los parques
infantiles como en los patios de las escuelas y una normativa que lo
prevé, lo contempla y defiende como algo saludable”.
Según la divulgadora, después de muchos años de fuerte
protección de la infancia, “de acolcharles el entorno al máximo”, es
necesaria una revisión de nuestra percepción del riesgo. “Hay que evitar
peligros innecesarios, por supuesto, pero no les hemos de robar la
oportunidad a los niños de evaluar sus propias capacidades y de tener
una infancia sana y divertida”, reclama.
Patios escolares transformados en jardines
Carme Cols y Pitu Fernández conocen bien la importancia de
dar valor a los espacios exteriores de las escuelas como una parte más
del proyecto educativo. Antes, compatibilizando su labor como docentes, y
ahora como jubilados, asesoran de manera altruista a las escuelas
acerca de cómo transformar los patios en jardines. Son ya más de 400
centros escolares ubicados en España e Italia los beneficiados de su
generosa aportación, que dan a conocer en su espacio digital
El Nou Safareig.
“Sabemos que las escuelas son el primer lugar donde los niños pueden
tener la oportunidad de experimentar riesgos saludables y
paradójicamente nos estamos encontrando escuelas donde sus zonas
naturales están valladas”, explica Pitu por teléfono, "Hoy existen más posibilidades de realizar juego
simbólico, pero también de desarrollar aspectos de psicomotricidad
(construimos un pequeño montículo, donde los niños no paran de subir y
bajar) y por último también hemos mejorado la estética del espacio,
añadiendo vegetación y sombra”.
Lo que ambos proponen es la transformación del modelo típico
de patio, normalmente, una zona plana de cemento, por otro que conlleve
una renaturalización del espacio a través de plantas, árboles, piedras,
parterres, troncos y la creación de itinerarios para que los niños
puedan moverse de diversas maneras. “Las cosas cuanto más sencillas, más
adecuadas son para que el niño pueda medir sus riesgos. Hay más peligro
en un rocódromo que en un árbol y dado que tanto los cuidadores como
las familias queremos el bienestar de los niños, todos debemos
corresponsabilizarnos y acompañarlos, sacando los peligros pero dejando
los riesgos”, reflexiona Pitu. La escuela pública Colonia Güell de Santa
Coloma de Cervelló (Barcelona), es uno de los centros que ha contado
con el asesoramiento de Carme y Pitu. Según cuenta Assumpta Calvis,
docente iniciadora del cambio, el proyecto surgió como una respuesta a
la necesidad de reinventar los espacios, pero también como una excusa
para abrir el centro a las familias e implicarlas en la escuela y en la
resolución de los problemas: “Se producían muchos conflictos entre los
alumnos, el juego era poco creativo y sentíamos que el patio era un
espacio desaprovechado, así que nos planteamos por qué no usarlo como
fuente de aprendizaje implementando la naturaleza”. Llevan cuatro años
trabajando en el proyecto y asegura Assumpta que solo encuentran
beneficios: “Hemos mejorado el huerto y tenemos un estanque con su
propio ecosistema. Se dan clases fuera e incluso se celebran asambleas
en el patio. Hemos ganado riqueza en el juego, una mejor convivencia
entre los alumnos y hemos unido a toda una comunidad
corresponsabilizando a todo el mundo del proyecto”.
En la escuela pública Martínez Valls de Ontinyent
(València), fue una madre la que transformó la inquietud que había
surgido entre parte de las familias y del profesorado sobre la necesidad
de mejorar el escenario de juego de los niños. Explica Inma Ibáñez que
en el proyecto
Patis Actius
el diseño de cada elemento que han ido incorporando “se ha decidido de
forma colectiva, analizando pros y contras, teniendo en cuenta los
fundamentos del proyecto y utilizando materiales respetuosos con el
medio ambiente”- En pocos meses, según Inma, en el cole ya han notado
“un mejor aprovechamiento del espacio” y una disminución de conflictos
en las horas del patio “gracias a que este ofrece mayores posibilidades
de juego”.
En Balaguer (Lleida), el docente Francesc Culleré ha
liderado el cambio del patio de la escuela pública Mont-Roig. Y todo
comenzó por una propuesta para incluir dos porterías más en el patio, lo
que le llevó a plantearse si realmente querían más fútbol en el centro o
si sería más positivo diversificar espacios. El proyecto está todavía
en sus inicios, pero de entrada, dice, han observado cambios en el
momento del recreo: “Hoy existen más posibilidades de realizar juego
simbólico, pero también de desarrollar aspectos de psicomotricidad
(construimos un pequeño montículo, donde los niños no paran de subir y
bajar) y por último también hemos mejorado la estética del espacio,
añadiendo vegetación y sombra”.
La arquitectura también tiene un papel protagonista en
muchos de estos procesos de cambio. A ello se dedican Ana Ausín y Romina
Pasquale, arquitectas y fundadoras del estudio de diseño de espacios
pedagógicos
Ausín + Pasquale,
que reconocen que los cambios son lentos, pero aseguran que vale la pena
el intento. “Lo más importante es no asumirlo como un cambio que solo
implica al espacio físico, sino que también debe conllevar un cambio de
actitud de los adultos hacia cómo miramos a la infancia. Partiendo de la
importancia que tienen los patios como espacios de aprendizaje, de
juego y de construcción de relaciones sociales, entendemos que hay que
pensarlos como ambientes con igualdad de género, con presencia de la
naturaleza y con escenarios diversos donde puedan desarrollar sus
intereses y motivaciones”, concluye Romina.